Te condenaron a muerte
tu silencio y mi silencio.
Las gargantas en tumulto
ante el Pretor somnoliento,
lapidaron con sus gritos
Las gargantas en tumulto
ante el Pretor somnoliento,
lapidaron con sus gritos
el mármol de tu silencio.
Tu mutismo era una estatua
Tu mutismo era una estatua
de blancura y de misterio...
“¡Habla, Jesús, que te matan!
Arropada en tu silencio
“¡Habla, Jesús, que te matan!
Arropada en tu silencio
la muerte viene volando
entre graznidos de cuervos.
¡Habla, Señor, tu palabra,
¡Habla, Señor, tu palabra,
como un huracán de fuego,
salga de tu boca
y queme lo falso de los denuestos!
¿Por qué te quedas callado
si eres el Divino Verbo...?”
La boca de Dios
La boca de Dios
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio.
Escupieron las gargantas
alaridos a mi miedo.
alaridos a mi miedo.
Al oleaje de gritos
debí levantar mi pecho
-dique de amor y diamante-
contra el torrente protervo.
Pero fui arena medrosa
que no supo defenderlo.
Debí gritarles:
“¡Judíos, yo soy,
yo soy el perverso;
a mí la hiel, las espinas,
a mí la cruz y el flagelo!”,
pero se anudó a mi voz
la vil serpiente del miedo.
¡Pastores, por cobardía
me mataron mi Cordero:
fue más fuerte que mi amor
el ladrido de los perros...!
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio:
uno, silencio de amor;
uno, silencio de amor;
otro, silencio de miedo.
Romancero de la vía dolorosa
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