viernes, 11 de abril de 2014

9ª Estación. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ



Triplicaste tu caída
entre sollozos y lágrimas.

La magnolia de tu veste yace en tierra,
deshojada y el caudal de tus cabellos
hontanar de limpias aguas
sobre las piedras desnudas
dormido se desparrama...

¡Qué desfallecer del cuerpo,
qué desaliento en el alma!
¡Cuánta sed de abandonarse
y no proseguir la marcha,
suspender eternamente
el ritmo de las pisadas!

¿Por qué un grito se me sube
tembloroso a la garganta
un grito para gritarte:
“Jesús, levántate y anda”?

Porque otras muchas caídas
tus tres caídas retratan:
el azoro de los niños
caídos de madrugada;

el derrumbe de los jóvenes
desde las cumbres nevadas;
las caídas de los viejos
tan negras y tan amargas...

Porque mil negras pupilas
ansiosas en Tí se clavan
por ver si quedas caído
o mirar sí te levantas
por eso mi voz te grita:
“Jesús, levántate y anda.

Levántate aunque el cansancio
se desploma en tus entrañas
Levántate, aunque el suplicio
con vivas lumbres te aguarda.

Levántate, que la meta
se mira ya muy cercana”

 
 Enséñales a los hombres
esa ciencia necesaria
de resurgir varoniles
cuando en el camino caigan.

Si Tú te quedas caído
derrumbas nuestra esperanza.


Somos flores de los campos
que hasta un soplo desarraiga,
y ¡es tan fácil que en la vida
se quede caída el alma,
cuando ha sentido el abrazo
cenagoso de las charcas
que ofrecen lotos de oro
y víboras anidadas!

¡Y es tan duro levantarse
para proseguir la marcha
cuando en las venas hay frío
y anochece en las entrañas...!

Jesús, por los pecadores
mi voz te grita angustiada,
por nosotros pecadores,
Jesús, ¡levántate y anda!

Romancero de la vía dolorosa


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